Eclipses en la historia #eclipse20M

17/03/2015

EL ANTIGUO ESTUDIO DE LOS ECLIPSES

Oh leave the Wise our measures to collate One thing at least is certain, LIGHT has WEIGHT One thing is certain, and the rest debate -- Light-rays, when near the Sun, DO NOT GO STRAIGHT. Arthur Eddington
Sabemos que desde hace más de 4.000 años se han registrado y estudiado los eclipses. En todas las culturas los eclipses fueron vistos como sucesos notables: un monstruo celeste que intenta destruir el Sol (o la Luna), o bien que el Sol se ponía enfermo, o enfadado, por alguna razón y por lo tanto había que hacer un acto para congraciarse y que se recuperara. chinesedragonredgo3En China la palabra para designar un eclipse de Sol es chih, que también significa comer. Se creía que un dragón se comía al Sol y solo tocando los tambores se le asustaba para que devolviera el Sol a su sitio. Una narración china del reinado de Tchong Kang nos cuenta el olvido de los astrónomos reales Hi y Ho, encargados de velar que los dragones no se comieran el Sol. Ni Hi ni Ho cumplieron su trabajo de manera que el eclipse apareció de improviso, causando el pánico, sin dar tiempo para tañer las campanas de manera que fueron sentenciados a muerte. Hoy sabemos que esa historia hace referencia a un eclipse visto el . babylon_worldmapLos babilonios, como los chinos, consideraban que los eclipses eran malos augurios para los reyes, de manera que durante un eclipse sentaban en el trono a un falso rey, de manera que el verdadero pudiera estar seguro y escondido de la furia de los cielos. Por eso, tanto en China como Babilonia la astrología (o astronomía) se desarrolló como un cuerpo ligado cercanamente a la corte y al servicio de los deseos de los poderosos. En otras tradiciones también aparecen animales como Sköll, el lobo gigante, que seguía al Sol por el cielo para devorarlo en las leyendas nórdicas, o el malvado dios Set escupiendo en el ojo del Sol, Horus de las mitologías egipcias. Los Chippewa de Norteamérica lanzaban flechas incendiadas hacia el Sol porque creían que había perdido su fuerza, intentando volver a encenderlo. Muchas otras culturas vieron la relación entre el Sol y la Luna y los eclipses, interpretándolos así bien como una contienda de amantes, bien directamente la conjunción sexual de ambos astros. Odio y amor entre los dos dioses. El equilibrio de nuestro mundo dependía de la buena relación entre ellos, y los eclipses eran así momentos complicados en su vida. Mucho se ha especulado sobre la capacidad de predecir o entender los ciclos de los eclipses, pero sabemos que en algunos instrumentos paleolíticos existen marcas relacionadas con las fases lunares, los ciclos de las estaciones y, posiblemente, algunos ciclos combinados (que son los que están de hecho detrás de ese baile de los eclipses). Ciertamente, las interpretaciones mitológicas convivieron con una naciente astronomía que describía los fenómenos celestes y permitía entender sus regularidades. De la misma manera que de la observación celeste de los movimientos del Sol, la Luna y las estrellas surgieron los calendarios y los relojes, es decir, la medida del tiempo, los eclipses empezaron también a mostrar sus regularidades. Sabemos que cada 18 años, 11 días y 8 horas se repite la misma posición de la Tierra, el Sol y la Luna y por ello se reproduce un eclipse parecido. Este ciclo, de 6585,3 días es llamado SAROS, y es la base del cálculo de los eclipses tal y como comenzaron a registrarlo los astrólogos babilionios de hace 32 siglos: el primer eclipse que parece que predijeron se reproduce en tablillas de arcilla con registros de un eclipse del 3 de mayo de 1375 aE. thalesPero los griegos contaban que fue Tales de Mileto, en el siglo VI aE, el primero en predecir un eclipse, según contaba Herodoto al hablar de la guerra entre Lidios y Medos: “y el día se trastocó súbitamente en noche. Este suceso había sido predicho por Tales, el milesio, que avisó a los jonios de ello...” Por lo que contaba el historiador griego, esta predicción y el eclipse sirvieron para que los dos ejércitos se sentaran a negociar la paz. Conocemos gracias a la gran compilación astronómica de Ptolomeo, realizada en el primer sigo de nuestra Era, que el mundo clásico dispuso de mecanismos matemáticos y de algunos dispositivos para calcular los eclipses. anticitera_fragmento_APor ejemplo, el famoso mecanismo o computadora de Anticitera (del siglo I aE) era una máquina mecánica con numerosos engranages, capaz de hacer cálculos astronómicos bastante complejos. En los últimos años, el estudio de esta sorprendente pieza permitió reconstruirlo y ver cómo tenía cálculos de calendario y lunisolares, que reproducía el ciclo de Saros de los eclipses, incluyendo una corrección bastante precisa. Recomendamos el interesantísimo artículo que le dedicó hace unos años "La Pizarra de Yuri": La computadora de Anticitera. A pesar de estos grandes desarrollos astronómicos, que fueron avanzando en el mundo árabe siglos después, es cierto que la ciencia de los eclipses no era algo conocido popularmente, en un mundo que mantuvo durante muchos siglos más la creencia de que el cielo anunciaba o avisaba de los sucesos terrestres. El 27 de enero del año 632 se produjo un eclipse anular de Sol visible desde Medina, que coincidió con la muerte de Ibrahim, el hijo de Mahoma. El profeta dijo que a pesar de todo los eclipses no eran malos augurios, aunque sí una señal del poder y conocimiento de Dios. Muchos siglos después, el 2 de agosto de 1133, se dijo que un eclipse total de Sol anunció la muerte del rey Enrique I de Inglaterra. Ese eclipse pasó así a la historia como “el eclipse del Rey Enrique”. En la Edad Media los eclipses fueron vistos como malos presagios, aunque como siempre pasó, a lo largo de la historia poco a poco se fueron acumulando conocimientos astronómicos. Por ejemplo, la primera descripción de la luz de la corona solar, visible solamente durante los eclipses totales, la realizó un cronista en Constantinopla narrando un eclipse del 22 de diciembre del año 968.  

CIENCIA CON LOS ECLIPSES

eclipse-geometria-2Por supuesto, la ciencia moderna, que se basó en la astronomía y en la comprensión de los movimientos planetarios para poder desarrollar modelos mecánicos y predictivos, tuvo en los eclipses una forma de poder mejorar la precisión y la exactitud de los pronósticos. Las leyes de Kepler del movimiento planetario y las leyes de Newton de la mecánica proporcionaron la herramienta analítica para calcular cuándo y dónde se podría ver esa conjunción entre la Luna, la Tierra y el Sol. A lo largo de los años, de esta manera, se pudo hacer el cálculo de los eclipses con mejor precisión. Pero no era (ni es) una tarea sencilla: los movimientos de la Tierra, su rotación y su traslación alrededor del Sol, y la órbita de la Luna alrededor de la Tierra, son descritos con ecuaciones con muchos términos que convierten el cálculo en algo farragoso. De hecho hasta 1820, cuando el matemático y astrónomo alemán Friedrich Wilhelm Bessel desarrolló el método de cálculo que sirve para ver cuándo y cómo se puede ver un fenómeno celeste dinámico, como la ocultación de una estrella o un planeta, o un eclipse, no se pudo decir que los eclipses habían sido domados. Aún hoy hablamos de los “elementos besselianos” del cálculo de eclipses, aunque en la actualidad esta tarea la realizan con mayor precisión y exactitud los ordenadores. Solar_eclipse_1806Jun16-Corona-FerrerLa ciencia trajo un nuevo análisis de los eclipses: el de intentar comprender qué era lo que se veía cuando la Luna ocultaba por completo el disco solar. Por ejemplo, de dónde venía esa luz tenue de la corona de un eclipse. José Joaquín de Ferrer y Cafranga, comerciante y astrónomo natural de Pasajes, observando un eclipse solar total desde Kinderhook (Nueva York) el 22 de mayo de 1724 comprobó que la corona pertenecía al Sol y no a la Luna, y que por lo tanto tenía así un tamaño muchísimo mayor de lo que se había creído hasta entonces. Curiosamente en ningún estudio en los 7 siglos de observaciones de los eclipses totales solares se había pensado que fuera algo tan grande. Ni siquiera en las completas apreciaciones que había realizado el astrónomo Edmund Halley en su observación del eclipse del 3 de mayo de 1715, total desde Inglaterra. Solar_eclips_1999_6-bailysbeadsEs en el siglo XIX cuando la ciencia astronómica comienza a utilizar los eclipses para entender mejor cómo es nuestro Sol. El 15 de mayo de 1836 el astrónomo inglés Francis Baily registra el fenómeno que se produce al comienzo y al final de la fase de totalidad o anularidad, producido porque el relieve lunar no es esférico, y por eso en los segundos que preceden el máximo del eclipse se producen destellos, las llamadas (desde entonces) perlas de Baily. Otra observación de un eclipse lleva a Bally a Italia, el 8 de julio de 1842, donde confirma que tanto la corona como las protuberancias solares eran parte de la atmósfera de nuestra estrella. 1851_07_28_BerkowskiY un fotógrafo apellidado Berkowski pasará a la historia ligado al eclipse del 28 de julio de 1851 por ser el primero en obtener un daguerrotipo de la luz de la totalidad de un eclipse desde el Real Observatorio de Königsberg, en Prusia (hoy Kaliningrado, Rusia). En la imagen expuesta durante 84 segundos del eclipse total, apareció la corona solar, que es un millón de veces más débil que la luz de su fotosfera. Por cierto, que en ese observatorio es donde unos años antes Bessel había realizado las observaciones que le permitieron afinar precisamente el cálculo de los elementos de un eclipse. Conviene recordar que la primera fotografía del Sol se había obtenido en 1845, por el mismo proceso del daguerrotipo, en Francia, realizada por dos grandes físicos, Louis Fizeau y Lion Foucault. Y poco después, desde el Observatorio de Meudon, cerca de París, el astrónomo Warren de la Rue comenzó a obtener fotografías diarias del disco solar. Para ello comienza a usar ya placas fotográficas, que requerían una exposición mucho menor que los daguerrotipos (30 veces menos). HD_WarrendelaRueFue precisamente de la Rue el protagonista de una expedición científica a España que llegó a ser popular a través de los medios de comunicación. El equipo francés se trasladó para observar el eclipse total de Sol del 18 de julio de 1860 a Rivabellosa (Álava), fue uno de los primeros momentos en que la ciencia de los eclipses llegó a toda la sociedad, con las imágenes de los espectros solares que realizó Warren de la Rue en Rivabellosa (Álava). De la Rue mostró que las protuberancias solares no eran lunares, sino que pertenecían al Sol. Santiago Ramón y Cajal observó ese mismo eclipse con su padre desde Valpalmas (Zaragoza), y lo narraba en su biografía “Recuerdos de mi vida” (publicada en 1923, accesible en la Biblioteca Virtual Cervantes)
1860eclipse_delarueAnunciado por los periódicos, esperábase ansiosamente en el pueblo, en el cual muchas personas, protegidos los ojos con cristales ahumados, acudieron a cierta colina próxima, desde la cual esperaban observar cómodamente el sorprendente fenómeno. Mi padre me había explicado la teoría de los eclipses, y yo la había comprendido bastante bien. Quedábame, empero, un resto de desconfianza. ¿No olvidará la luna la ruta señalada por el cálculo? ¿Se equivocará la ciencia? La inteligencia humana, que no pudo prever la caída de un rayo en mi escuela, ¿será capaz, sin embargo, de predecir fenómenos ocurridos más allá de la tierra, a millones de kilómetros? En una palabra: el saber humano, incapaz de explicar muchas cosas próximas, tan íntimas como nuestra vida y nuestro pensamiento, ¿gozará del singular privilegio de comprender y vaticinar lo lejano, aquello que menos puede interesarnos desde el punto de vista de la utilidad material? Claro que estas interrogacioneSantiago Ramón y Cajal s no fueron pensadas de esta forma; pero ellas traducen bien, creo yo, mis sentimientos de entonces. Es justo reconocer que la casta Diana acudió a la cita, cumpliendo a conciencia y con admirable exactitud su programa. Parecía como que los astrónomos, además de profetas, habían sido un poco cómplices, empujando la luna con las palancas de sus enormes telescopios hasta el lugar del cielo donde habían acordado ensayar el fenómeno. Durante el eclipse, hízome notar mi padre esa especie de asombro y de indefinible inquietud que se apodera de la Naturaleza entera, acostumbrada a ser regulada en todos sus actos por el acompasado ritmo de luz y de obscuridad, de calor y de frío, resultante del eterno girar de la tierra. Para animales y plantas, el eclipse parece constituir un contrasentido, algo así como inexplicable equivocación del mecanismo cósmico, distraído de los perennes intereses de la vida. Se comprenderá fácilmente que el eclipse del 60 fuera para mi tierna inteligencia luminosa revelación. Caí en la cuenta, al fin, de que el hombre, desvalido y desarmado enfrente del incontrastable poder de las fuerzas cósmicas, tiene en la ciencia redentor heroico y poderoso y universal instrumento de previsión y de dominio.
 

LA CORONA SOLAR

he-espectroA pesar de haber fotografiado el eclipse y hasta de haberse realizado los primeros espectros de la luz del Sol durante ellos, no fue hasta 1868 cuando, durante el eclipse de Sol del 18 de agosto que fue total desde la India, el astrónomo francés Jules Janssen descubrió en el espectro de la luz del eclipse unas intensas líneas de emisión en la región del amarillo. El astrónomo inglés Norman Lockyer analizó el fenómeno y lo interpretó como una emisión de un nuevo elemento químico desconocido, al que denominó Helio. Se pensó que era un elemento que no podía existir sino en las extremas condiciones de nuestra estrella, y que por lo tanto no habría en la Tierra. Sin embargo, en 1895 el físico Sir William Ramsay descubrió el Helio en el laboratorio, tratando unas muestras noruegas de cleveíta, un mineral de uranio, con ácidos, un método con el que se obtenía Argón, pero con el que también encontró Helio. Y comprobó que ambos eran gases “nobles”, que no reaccionaban químicamente con nada. En una observación durante otro eclipse de Sol total, el 7 de agosto de 1869 Charles Augustus Young y observan de manera independiente una nueva línea de emisión no observada previamente, en la luz de la corona. Denominaron al “nuevo” elemento Coronio. Y unos años después, el creador de la Tabla Periódica, Dmitri Mendeleev supuso que podrían existir elementos aún más ligeros que el Hidrógeno, como el que llamó Newtonio y que podría ser, precisamente, el Coronio que había sido observado en la corona solar. Sin embargo en el año 1941 el físico sueco Bengt Edlen comprobó que ni Coronio ni Newtonio existían, se trataba de la emisión de un átomo de Hierro ionizado 13 veces.  

ECLIPSE RELATIVISTA

El 29 de mayo de 1919 se produjo un eclipse total de Sol que marcó también la historia de la ciencia. Una expedición, dirigida por Sir Arthur Eddington, lo observó desde la isla del Príncipe, cerca de las costas africanas del golfo de Guinea, y otra desde la isla de Sobral, en Brasil. Midieron la posición de las estrellas cercanas al disco solar eclipsado, confirmando así la curvatura de la luz que producía nuestro Sol, acorde con la predicción realizada por la Teoría General de la Relatividad publicada por Einstein en 1915. Eddington dijo entonces que había quedado refutada la teoría newtoniana y había de declarar válida la de Einstein. Y escribió su cuarteta con la que abríamos este artículo y que ahora traducimos libremente:
Que el sabio nuestras medidas coteje Al menos algo es cierto: la LUZ tiene PESO Algo es cierto y a debate el resto Los rayos de luz cerca del Sol, NO VIAJAN RECTO.
La ciencia de los eclipses no terminó con la relatividad, porque ha habido también mucha historia y algunas sorpresas en los eclipses de estos últimos 100 años. Pero baste por hoy con esta larga historia de los eclipses, y ya continuaremos otro día.  

Javier Armentia Planetario de Pamplona

TODA LA INFORMACIÓN EN LA WEB DEL PLANETARIO.

 

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